20130425

Un punto más, una coma menos

Un punto más, una coma menos

  • Una revista francesa renueva el eterno problema de la puntuación mínima
  • En caso de duda, ¿mejor poner muchos o pocos signos?


Un viejo chiste cubano mil veces contado decía que José Lezama Lima puntuaba sus textos en prosa como el que alimenta a las gallinas en un corral: tomaba un montón de comas con las manos, las lanzaba al aire y, allá donde cayeran en el texto, así que quedó 'Paradiso'.

La broma viene al hilo de la publicación de un número de la revista francesa 'Hiatus', dedicada en parte a la "puntuación mínima" (se puede leer en la red algún artículo en inglés incluido en el número), que es otra manera de referirse al eterno dilema que tenemos todos cuando escribimos un texto: en caso de duda, ¿poner una coma más o una coma menos?

¿Pecar por exceso o por defecto?

Cinco respuestas rápidas.
   Una: "Soy partidario de puntuar menos. De forma natural. Por lo tanto, si dudo, me temo que quizá acabe poniendo la coma o el punto" (Román Piña Valls; filólogo, profesor de griego, escritor, editor del sello Sloper y autor de 'Archipiélago Gulasch).

   Dos: "No sabría decir si es mejor pecar por exceso o por defecto, pero puedo asegurar casi seguro de no equivocarme que la tendencia general es incurrir en lo primero. En muchas ocasiones se tiende a puntuar (hablo ahora de comas) según se entona en el lenguaje oral, algo que es un error. Recuerdo una frase que me encanta de Alberto Gómez Font, antes coordinador general de la Fundéu BBVA: 'Respire pero no coma'" (Álvaro Peláez, filólogo y periodista y miembro de la Fundación del Español Urgente Fundéu BBVA).

   Tres: "Prefiero puntuar de más. Salvo que con la puntuación se cometa un error (por ejemplo, la coma entre sujeto y predicado)" (Mónica Liberman, responsable de correcciones y estilo en la editorial La Esfera de los Libros del grupo Unidad Editorial).

   Cuatro: "En caso de duda, navaja de Ockham: la opción más sencilla es siempre la mejor" (Pedro Urteaga; jefe de sección de Cierre en el diario EL MUNDO).

   Y cinco: "Yo, al contrario de la mayoría: [soy partidario de puntuar] de más" (Víctor de la Serna, subdirector de este periódico y autor de su libro de estilo).

La coma inglesa

O sea: juicio aplazado y vamos mejor a los casos concretos. La primera enumeración de problemas frecuentes la hace Álvaro Peláez: "La coma es uno de los signos que plantean más problemas a la hora de puntuar, pues hay muchos usos y unas cuantas excepciones. Uno de los más estigmatizados puede ser la coma entre el sujeto y el predicado o entre el verbo y el objeto (hay quien la llama la coma criminal). También es muy habitual ver mal puntuadas las enumeraciones: cuando los elementos de la enumeración son largos (el ministro de Educación, Fulanito de Tal; la consejera de Cultura, Menganita Talcual; etcétera) se separan con punto y coma y no con coma. Se tiende también a colocar una coma antes de la conjunción 'y' en una enumeración simple, algo que no es correcto en español pero sí en inglés. También es muy común la pérdida por desconocimiento de la coma del vocativo, sobre todo en encabezamientos. lo adecuado es 'Hola, Luis:' y no 'Hola Luis'. Ya que saco los encabezamientos de cartas y correos, un uso curioso es la coma tras el saludo: Querido Luis, blablá... Esto se llama anglicismo ortográfico, pues viene del inglés. En español se escriben dos puntos: 'Hola, Luis:'".

Continúa Pedro Urteaga: "Resulta difícil saber si el autor de un texto quiere remarcar un inciso mediante comas o si las utiliza con excesiva profusión. Otro caso de duda se plantea en las construcciones que terminan con una salvedad u otro complemento circunstancial. Por ejemplo: 'Iré mañana al cine a ver 'Amor' [,] a no ser que tenga que recoger a mi nieto'. También resulta dudoso el caso contrario, cuando la condición se encuentra al comienzo de la frase: 'En caso de necesidad [,] prefiero ser yo el que acuda al rescate'. En las frases adversativas ('Me gusta mucho pero prefiero no comerlo') y en la construcción 'no sólo... sino también' es cada vez más habitual suprimir la coma. Y el punto y coma, ese gran desconocido, se utiliza mayoritariamente para separar los términos de una enumeración en la que se intercalan cargos u otras precisiones. Yo soy partidario de emplearlo, en lugar de la coma, en oraciones que se complementan o yuxtaponen pero carecen de nexo copulativo o adversativo: 'He prendido fuego a un billete de 10 libras; debería haberlo usado para volver a casa'. En cuanto a los dos puntos, a mí me gusta limitarlo a un uso explicativo de lo expuesto con anterioridad. 'Se ha cumplido el sueño de Borges: en cualquier lugar del mundo hay una biblioteca'".

Misterios del punto y seguido

Y una más, por favor: "Por lo que leo, la gente no sabe usar con naturalidad los dos puntos, y aún menos el punto y coma. Deduzco que no sabe porque veo que no los usa. Se limita a las comas, y claro, se equivocan en el uso de los pocos signos que usan. Hablo de los que dominan mínimamente la escritura. En los jóvenes el verdadero problema es el punto y seguido. ¡La gran conquista!", añade Román Piña Valls.

Más allá quedan las ligerezas de los chicos jóvenes, las prisas de los usuarios de las redes sociales y los entusiasmos de los amantes enfáticos: "Los puntos suspensivos son tres y solamente tres, aunque se suelan ver dos, cuatro, cinco... En español hay signos dobles (paréntesis, comillas, signos de interrogación y exclamación...). Ya que son dobles, no nos olvidemos de abrirlos y cerrarlos", recuerda Peláez. De la afición a las triples y cuádruples exclamaciones hablaremos otro día.

Última pregunta: ¿es el español un idioma de puntuación puñetera en comparación con otros? "Visto cómo puntúa la mayoría de la gente, sí. Dificilísimo", contesta Víctor de la Serna. "Es un idioma muy rico pues permite una variedad de matices que no existen en otros. La presencia de una coma puede estar llena de sentido (si el autor hila fino) al aportar precisión, intensidad, ritmo... Lo que me parece difícil es llegar a dominar el idioma hasta el extremo de utilizar con propiedad todos sus recursos", añade Urteaga. "No soy especialista en otros idiomas, pero no me aventuraría a decir que esta dificultad es propia del español ni mucho menos. Creo que cada lengua tiene sus peculiaridades en cuanto a la puntuación. El español es difícil de puntuar, pero como supongo que lo serán otros muchos. La cuestión es que hay reglas generales, pero terminas descubriendo casi más excepciones".

20130421

Las 'Ciudades sin luz' del fotógrafo francés Thierry Cohen

Las 'Ciudades sin luz' del fotógrafo francés Thierry Cohen

El proyecto Ciudades Apagadas, Darkened cities, del fotógrafo francés Thierry Cohen, que estos días se exhibe en la Danziger Gallery Exhibition de Nueva York nos muestra cómo se vería el cielo desde una ciudad grande, como San Francisco, Rio de Janeiro, Shanghai, Hong Kong o Nueva York, si no estuviese contaminada por las luces.

El fotógrafo ha encontrado una manera de combinar las vistas de la ciudad y del campo para que los urbanitas sepan lo que se pierden. Fotografía grandes ciudades anotando exactamente la hora, el ángulo, la latitud y la longitud de la situación geográfica de cada foto. Después fotografía el cielo desde lugares remotos (como el desiero de Atacama, Mojave o el Sahara) a la misma latitud y combina digitalmente las imágenes para que sepamos como se vería el cielo nocturno si pudiéramos apagar las luces.











Todas las fotos aquí THIERRY COHEN PHOTOGRAPHY

20130419

Goteras sobre el almacén del Prado

un país en la miseria, con goteras en los museos más importantes.. es que parece que chiste pero no lo es.. y no es la primera vez.. y lo que costará el mantenimiento y los sueldos de todos los que viven de eso, para que al final haya goteras.. disfruten lo votado..


Goteras sobre el almacén del Prado

Las lluvias de marzo trajeron consigo algo más que agua al Museo del Prado. También trajeron un gran disgusto a su director, Miguel Zugaza, a su equipo de restauradores y técnicos y al propio Patronato de la pinacoteca. Un susto, primero, y un disgusto, a continuación, que podrían haber sido de dimensiones bíblicas pero que, afortunadamente, se quedaron en lo que el propio director del centro consideraba ayer “un percance desafortunado”. Una filtración de agua en los almacenes dañó el 11 de marzo una decena de dibujos y pasteles de pintura española del siglo XVIII y, sobre todo, un óleo de la importancia de Banquete de bodas, del flamenco Jan Brueghel El Viejo (1568-1625). Otras fuentes afirman que son más los lienzos afectados.

“A nadie le gusta que pase esto, desde luego, pero, aunque no queremos restarle importancia, creemos que no fue para tanto”, explicó el máximo responsable del Prado, quien aseguró a este diario que cosas así “pueden suceder en un momento dado en cualquier museo, viejo o nuevo”.

El episodio no trascendió. Miguel Zugaza y su equipo se reunieron nada más conocer los hechos, informaron de manera inmediata al Patronato del museo, a su presidente, José Pedro Pérez-Llorca, y al equipo de técnicos y decidieron que lo mejor era no contar el incidente extramuros. No hubo comunicado alguno. “Debatimos sobre si contarlo o no, y decidimos que no era un tema de tanto recorrido como para informar, y que era el momento de dejar trabajar a los restauradores con tranquilidad”, explica Miguel Zugaza. Ahora, más de un mes después, EL PAÍS ha conocido a través de una fuente del propio museo los detalles de la inundación, corroborados ayer por el propio Zugaza. La institución, afirma la fuente, “vivió un auténtico revuelo con lo sucedido”.

Aquel 11 de marzo, lunes, se produjo un cortocircuito en la zona de los depósitos, lo que ocasionó una caída de tensión eléctrica. Fue precisamente gracias a ese cortocircuito que los responsables de la pinacoteca pudieron tener noticia de las filtraciones de agua. El percance eléctrico sobrevino como consecuencia de la filtración y el goteo de agua a través de tres pequeñas toberas integradas en un conducto de extracción perteneciente al sistema contra incendios del museo. Dichas toberas tienen incorporado un ventilador que, en caso de fuego, se activa de forma autónoma. “El problema”, explicaba ayer Miguel Zugaza, “fue que el agua rebosó el perímetro de esas pequeñas toberas y recorrió el camino hasta el depósito, y empezó a gotear”. En concreto, el agua empezó a caer por encima de un fluorescente situado en el almacén, y eso fue lo que ocasionó el cortocircuito.

La filtración se prolongó por espacio de al menos 24 horas antes de que los sistemas de seguridad del Prado la detectaran. Otras fuentes afirman que el agua cayó durante todo el fin de semana anterior a aquel lunes. Esas toberas son las que, según el diseño de la remodelación del Prado de Rafael Moneo, inaugurada en 2007, permiten, en caso de incendio, liberar gas noble, llamado F-13, utilizado habitualmente en este tipo de edificios para desplazar oxígeno y evitar así la propagación del fuego. “Se usa como sustituto del agua”, matiza Zugaza.

El equipo directivo informó con rapidez al patronato de la pinacoteca

Los protocolos del museo se cumplieron con diligencia y velocidad. El director reunió a su equipo y se tomaron las medidas adecuadas para restaurar de inmediato las obras dañadas y poner en marcha un dispositivo especial para evitar futuros incidentes. La vía de agua fue detectada, se taponó y se dio solución al problema según los criterios tanto del equipo de técnicos del museo como del propio Moneo. El arquitecto se hallaba en EE UU, pero desplazó al Prado a uno de sus colaboradores.

El agua afectó concretamente a dos peines (soportes móviles situados en los almacenes de los museos en los que se apilan las pinturas no expuestas).

“El equipo de restauradores del museo trabajó de forma ejemplar”, asegura el director. Las obras de papel que sufrieron daños, entre ellas varias del pintor español del siglo XVIII Joaquín Inza, todavía están siendo secadas por el método de evaporización. En cuanto a Banquete de bodas de Jan Brueghel El Viejo, su recuperación corre a cargo de la restauradora Clara Quintanilla, que ha eliminado de la superficie la humedad producto del agua caída.

Esta filtración no es la primera de estas características en el pasado reciente del museo. En los últimos 20 años, las goteras han arruinado la tranquilidad de la pinacoteca hasta en seis ocasiones conocidas. En 1993, el agua goteó sobre la mismísima sala de Las Meninas de Velázquez, lo que acabaría desembocando en la dimisión del entonces director, Felipe Garín. En octubre de 1997, el máximo responsable, Fernando Checa, tuvo que reconocer que había habido filtraciones de agua en varias salas del museo, entonces en obras. En junio de 1999 fue la Galería Central la que sufrió los efectos de las goteras como consecuencia de una filtración causada por la condensación del sistema de aire acondicionado. También en 1999, y ya con cubiertas nuevas, volvieron las filtraciones. Y en 2008 y solo cinco meses después de la flamante inauguración de la remodelación, el espacio de ampliación sufrió un duro revés: el cierre temporal en horario de visita de tres salas, debido a un fallo en el sistema de climatización. El resultado: más goteras.

20130406

¿Qué fue de tía Alicia?



Una serie de inquietantes acontecimientos tienen lugar en la casa de la señora viuda Claire Marrable... Desde hace algún tiempo las amas de llaves que han entrado a trabajar a sus servicios han ido desapareciendo misteriosamente. Casualmente todas ellas poseían recursos económicos y no contaban con parientes cercanos. Un pino joven aparece plantado en el jardín cada vez que se produce una desaparición. Cuando llega la siguiente ama de llaves quiere saber que ha sido de la anterior, su querida amiga...