20131020

Diecisiete profecías de Chesterton que se han cumplido además de la palabra Google!


Diecisiete profecías de Chesterton que se han cumplido además de la palabra Google!

¿Será posible que la palabra Google figure en una obra de G.K. Chesterton (1874-1936)? Sí, “y, por supuesto, se casó con una mujer llamada Blogg”, comenta con humor Dale Ahlquist (presidente de la American Chesterton Society y uno de los grandes especialistas mundiales en la obra del escritor inglés), para sugerir que predijo internet. Pero que lo comente con humor no significa que sea una broma. Blogg era el apellido de soltera de su esposa, Frances, y, en efecto, el 9 de agosto de 1930 Chesterton escribió en el Illustrated London News que la palabra Google “no es menos científica por ser grotesca”.

“Nunca me he arrogado el don divino de la profecía”, proclamaba en esa misma revista el 10 de mayo de 1930. Pero hay unas cuantas que, si no profecías en sentido estricto, sí son anticipaciones de una mente visionaria sobre la evolución de un mundo empecinado en alejarse de las ideas cristianas para enfeudarse a “ideas cristianas que se han vuelto locas”, como definía el escritor inglés las que caracterizan al mundo moderno.

“Chesterton profético” es el trabajo de Ahlquist al respecto, que forma parte del volumen Chesterton de pie. Lo acaba de publicar CEU Ediciones bajo la coordinación de Pablo Gutiérrez Carreras y María Isabel Abradelo de Usera, y recoge las 28 contribuciones al congreso que organizó en febrero de 2012 la Universidad San Pablo CEU al cumplirse 75 años del nacimiento del genio londinense.

Sorprendentes anticipaciones

Y ¿cuáles son esas profecías? Atención, porque son numerosas y variadas.

- Llegará un día en el que existirá una forma barata de transmitir información a gran número de personas. “No sé cómo funcionará”, decía, “pero ese día The Times irá por detrás del tiempo”: ¡todos los problemas actuales de la prensa en papel están ahí!

- En 1905 predijo la revolución rusa, y en 1919 (dos años después de esa Revolución), que ese extinguiría tras algunas generaciones, porque no podría sostenerse: se convertiría en un imperio... y luego se desmembraría en pequeñas nacionalidades. Justo lo que sucedió a partir de 1991.

- Predijo en 1933 la Segunda Guerra Mundial, y en un año antes, en 1932, anticipó que “probablemente comenzará en la frontera polaca”.

- Sostuvo que el islam sería siempre “una constante amenaza”, algo impensable a principios del siglo XX.

- En 1935 anticipó que el poder económico se trasladaría de Londres a Nueva York, y luego de Nueva York a Pekín.

- El hombre llegará a la Luna (1930)... aunque no se sentía capaz de responder qué se nos ha perdido allí.

- Cuando aún no se había popularizado el automóvil individual, privilegio de minorías en carreteras desiertas, en 1926 apuntó que “el mundo moderno es una multitud de veloces coches de carreras que se encuentran bloqueados en un atasco”.

- En 1914 lamentaba que la gente tenía cada vez más animales domésticos y cada vez menos bebés, y en 1929 “el empeño por tener cuartos de baño y de no tener bebés”.

- También en 1929 dijo que “la verdadera religión actual no se preocupa de dogmas ni de doctrinas. Se preocupa casi únicamente de la dieta”.

- Y en 1930 escribió una frase que bien valdría para las recargadas ceremonias de inauguración de los Juegos Olímpicos: “El materialismo moderno es solemne con los deportes porque no tiene otros ritos que solemnizar”.

- En 1926 advirtió sobre la revolución sexual, aunque se equivocó de costa, y se fue de la oeste (la California de 1967) a la este: “La siguiente gran herejía será simplemente el ataque a la moral: y especialmente a la moral sexual... La locura de mañana no estará tanto en Moscú como en Manhattan”.

- ¿Y la actual aversión a la moral cristiana? “Un fanatismo extraño llena nuestro tiempo: el odio fanático a la moral, especialmente a la moral cristiana” (1909).

- Sobre el aborto y la manipulación genética, en 1937: “Se permitirá al gobierno y a los expertos, sin juicio o discusión, disponer de las generaciones de no nacidos con la ligereza de los dioses paganos”.

- ¿Qué habría dicho del divorcio exprés introducido por José Luis Rodríguez Zapatero? “El efecto obvio de un divorcio frívolo es el matrimonio frívolo”.

- ¿Y de la ideología de género y el feminismo? “Cada sexo está intentando ser los dos sexos a la vez; y el resultado es una confusión más falsa que cualquier convención”.

- También critica la gran hipocresía social: “El mundo a nuestro alrededor ha aceptado un sistema social que niega a la familia. Ayudará a veces al niño, en lugar de a la familia; a la madre, en lugar de a la familia; al abuelo, en lugar de a la familia. No ayudará a la familia” (1930).

- Y ahondando en que “la tendencia actual de la reforma social parece que consiste en destruir todo rastro de los padres”: “Borrarán la antigua autoridad parental. Su lugar no lo va a ocupar la libertad ni la licencia, sino la autoridad mucho más supresora y destructiva del estado” (1928).

Un volumen muy completo y rico

Además del citado trabajo de Ahlquist, en Chesterton de pie encontramos colaboraciones de otros expertos internacionales como su biógrafo Joseph Pearce, o Aidan Mackey, fundador del G.K. Study Centre, así como de una pléyade de estudiosos españoles que, junto a los anteriores, abordan puntos concretos de la vida y obra de Gilbert Keith.

Entre otros, Emilio Domínguez Díaz explica, por ejemplo, las razones personales que retrasaron durante al menos veinte años la conversión de Chesterton al catolicismo, que no se produjo hasta 1922 y que continúa siendo uno de los puntos más debatidos en la biografía del maestro. Belén Rincón García recuerda las tres veces que estuvo en España (1926, 1928 y 1935) y analiza la primera, un periplo por Madrid donde fue presentado por Ramiro de Maeztu y a una de cuyas conferencias asistió la reina Victoria Eugenia. O Juan Pablo Serra analiza Manalive [El hombre vivo], de la cual habrá pronto adaptación cinematográfica, en la perspectiva de la conversión por el asombro, es decir, la visión mística de Chesterton sobre el mundo y su impacto en el carácter, el conocimiento y la moral.

20131015

Diez consejos para hablar y escribir bien en español

Diez consejos para hablar y escribir bien en español

El diccionario de la Real Academia Española define el lenguaje como un “conjunto de sonidos articulados con que el hombre manifiesta lo que piensa o siente”. No cabe duda de que el español cumple su cometido. Tal como señala Florentino Paredes García, profesor del departamento de filología de la Universidad de Alcalá de Henares, el español “nos sirve a todos para comunicarnos, y nos sirve adecuadamente”. Pero, ¿hablamos todos un español correcto? “No podemos decir que es descuidado”, apunta Paredes, “pero, como todas las cosas, es susceptible de mejora”.

Con la idea de ayudar a los hispanohablantes a escribir y hablar correctamente el español, el Instituto Cervantes ha impulsado la elaboración de El libro del español correcto (Espasa), un manual que pretende definir cómo debe ser el español de la norma culta. El profesor Paredes ha coordinado su edición y ha atendido a El Confidencial para explicarnos cuáles son los errores que cometemos con más frecuencia en el lenguaje hablado y escrito. Errores que, como señala el filólogo, “son muy comunes y tienen mucha visibilidad, pues aparecen en los medios de comunicación y las escuelas”, instituciones que deberían servir como referencia, pero incurren en numerosas faltas que acaban extendiéndose entre toda la población.

Lo cierto es que el lenguaje está evolucionando más rápido que nunca, y lo que hoy no es correcto puede serlo mañana. Esto de por sí no es necesariamente malo, pero hay determinados usos que deberían evitarse, pues llevan al idioma a empobrecerse y perder matices que son útiles en nuestro día a día. En opinión de Paredes, “el español que quiera hablar correctamente tiene que conocer la norma, la convención, aunque después decida saltársela”. Y hay errores que un hablante culto debería evitar a toda costa. Estos son los diez que, según Paredes, están más extendidos y son más relevantes.

1. Ambigüedad

Para Paredes la ambigüedad es uno de los errores más graves que cometemos en el lenguaje hablado y escrito. Se da cuando “no expresamos con claridad lo que queremos trasmitir”. Cuando hablamos, este tipo de errores se pueden corregir en el trascurso de la propia conversación, pero cuando escribimos es mucho más difícil evitar confusiones.

La ambigüedad puede surgir de muchas formas, por ejemplo, cuando utilizamos incorrectamente los signos de puntuación (“lo haré como había prometido” no es lo mismo que “lo haré, como había prometido”) o cuando colocamos mal los complementos (“Se alquila habitación para estudiantes de 15 metros” no es lo mismo que “se alquila habitación de 15 metros para estudiantes”).

Otra gran fuente de ambigüedad es la tendencia reciente a sustituir verbos por nombres. Se trata de un error que comete la prensa de manera habitual, con expresiones del tipo “la elección del nuevo ministro”, que, según explica Paredes, “no sabemos bien a qué se refieren”.

2. Pobreza léxica

Paredes asegura que el uso de “palabras insípidas” está muy extendido y hace que el idioma se empobrezca. Quizás por comodidad, se abusa de verbos como “hacer”, “dar” o “decir”, que son demasiado simples. No es lo mismo “dar lástima” que “inspirar lástima”, ni “dar golpes” que “propinar golpes”.

Ocurre lo mismo con determinados adjetivos como “bueno”, que se usa para todo, y con fórmulas cansinas del tipo “antiguas pesetas”, “apretada agenda” o “cómodos plazos”, construcciones que quizás eran acertadas el día que se inventaron, pero que han acabado convirtiéndose en lugares comunes, que es preferible evitar.

3. Tender a utilizar palabras muy largas

“Parece que usar palabras largas es mejor”, comenta Paredes, “pero no es cierto. Tenemos que aprender a reducir los textos usando palabras más breves”. En opinión del profesor, abusamos con frecuencia de los archisílabos, utilizando palabras como “incondicionalidad”, y usamos construcciones rimbombantes que no aportan nada, como cuando decimos “en el día de hoy”, en vez de limitarnos a usar “hoy”, que dice exactamente lo mismo.

4. Errores de puntuación

Paredes es claro al respecto: “Son innumerables los textos mal puntuados, y en Internet son legión”. El profesor reconoce que “es difícil puntuar bien”, pero insiste en que debemos hacer un esfuerzo por hacerlo correctamente. Los signos de puntuación son decisivos para dar sentido al lenguaje escrito, pues sirven para aclarar lo que queremos decir. No es lo mismo escribir “si necesitas algo pídemelo por favor” que “si necesitas algo pídemelo, por favor”.

“La gente cree que la puntuación tiene muy poca importancia, pero no es verdad”, señala Paredes. El profesor lamenta, además, el arrinconamiento del punto y coma, un signo que da riqueza al idioma, pero se usa cada vez menos, quizás por la influencia del inglés. “Pasa lo mismo con la apertura de la interrogación”, comenta Paredes, “es un aspecto distintivo del español que merece la pena seguir utilizando”.

5. Errores de entonación

Los errores en la entonación se cometen cuando, en el lenguaje hablado, acentuamos una palabra en una sílaba inapropiada. “A veces, como intento por destacar”, señala Paredes, “se pronuncian palabras átonas como tónicas. No se intenta remarcar nada, sino entonar distinto solo por el afán de ser distinto, o pretender ser distinto. La entonación tiene una función clarísima, contribuir a la interpretación de la oración, de las ideas que queremos trasmitir. Si cambiamos la entonación, y ponemos acentos donde no corresponde, el que nos escucha tendrá más dificultad para entender lo que decimos”.

6. Errores de sintaxis

Los errores de sintaxis más comunes tienen que ver con el uso incorrecto de las preposiciones. Tal como señala Paredes, muchos verbos deben ir acompañados obligatoriamente de una preposición concreta, y cambiarla por otra lleva a que realicemos una construcción inadecuada. Los fallos más comunes son el dequeísmo y el queísmo, que se comenten cuando utilizamos la preposición “de” antes de “que” cuando no se necesita, o la eliminamos cuando sí es necesaria.

7. Impropiedades del lenguaje

Para Paredes este es un “problema serio”, pues se trata de uno de los errores más extendidos y menos conocidos por la población general. Se da cuando utilizamos una palabra dándole un significado que no le corresponde. La realidad es que, como apunta Paredes, “solo tenemos una idea aproximada de lo que quiere decir una palabra, y no conocemos el significado exacto”. Esto ha conducido a que algunas palabras hayan perdido su significado original. Es el caso de “incidente”, que sólo debería utilizarse para referirse a una pelea o una riña, pero se usa para referirse a cualquier contratiempo, o “inaudito”, que se usa como sinónimo de “insólito”, pero, en realidad, se refiere a algo “nunca oído” o “monstruoso”.

Este error es una fuente constante de discusiones entre filólogos y lingüistas. Al fin y al cabo, ¿quién decide lo que significa cada palabra? Las palabras evolucionan con el tiempo, y con ellas su significado. Al final son los hablantes los que acaban imponiendo uno u otro significado, en función del uso que le dan a cada palabra. ¿Cuándo se convierte en norma lo que se usa de manera global? Paredes es tajante: “Cuando lo recoge el diccionario, que es el instrumento que nos hemos dado para ratificar la validez de algo”.

8. Extranjerismos inapropiados

La influencia del inglés, ya sea, como señala Paredes, “por desidia o por malas traducciones”, ha hecho que cambie el significado de muchas palabras españolas, que usamos para expresar lo que dice una palabra inglesa parecida. Es el caso de la palabra “bizarro”, que en español significa “valiente” o “generoso”, pero se está empezando a utilizar como sustituta de la palabra inglesa “bizarre”, que quiere decir “extraño” o “estrafalario”.

Otro error derivado de la enorme influencia que tiene el inglés sobre los hispanohablantes, tiene que ver con la tendencia a usar términos extranjeros cuando tenemos alternativas en español, correctas, válidas y que dicen exactamente lo mismo. No todos los extranjerismos son incorrectos. Palabras como “robot” se han introducido en el español porque no existía ninguna palabra en nuestro idioma con el mismo significado. Pero hay otros extranjerismos que, tal como señala Paredes, “se usan por esnobismo”, y no hacen más que dificultar el uso del español. ¿Por qué hablar de “fast food” si podemos decir “comida rápida”? ¿Por qué decir “link”, si podemos decir “vínculo” o “enlace”?

9. Errores verbales

Ocurren cuando usamos el infinitivo con valor de imperativo (no se dice “salir de aquí”, sino “salid de aquí”), o cuando construimos oraciones sin conjugar los verbos, un error muy habitual, que lleva a expresiones incorrectas como “Además, decir que…”. Se trata de una falta que se está extendiendo mucho. Tal como señala Paredes, “es obligatorio el uso del verbo en forma conjugada siempre que se trate de una oración completa”. El infinitivo solo se admite en formas muy concretas como “no fumar”.

También existe una tendencia a eliminar las formas subjuntivas, de nuevo por influencia del inglés, dando pie a construcciones incorrectas como “no puedo creer que es verdad”, cuando se debería decir “no puedo creer que sea verdad”. El filólogo insiste en la gravedad de estos errores, pues “pueden llegar a modificar la estructura interna del español”.

10. Redundancias

Se trata de un error muy común que cometemos cuando utilizamos dos palabras cuyos significados son repetitivos. No es correcto usar expresiones como “el colofón final” o “beber líquidos”, pues un colofón siempre es final y solo podemos beber líquidos. Paredes cree que “son detalles sutiles de significado pero que se repiten constantemente, haciendo que los textos sean muy farragosos”.

20131011

Paul Krugman: "Las novelas Fundación de Asimov fueron la base de mi Economía"

Paul Krugman: "Las novelas Fundación de Asimov fueron la base de mi Economía"

El premio Nobel de Economía de 2008 y gurú económico de los 'progresistas' de The New York Times y el PSOE, Paul Krugman ha hecho una sorprendente confesión. Sus teorías económicas se basan en una serie de novelas de ciencia ficción. En concreto, se inspiran en la serie 'Fundación' de Isaac Asimov. Krugman es el autor de la introducción a una nueva edición de estas obras, que ha sido reproducida por el británico The Guardian bajo el título de 'Paul Kurgman: Asimov's Foundation novela grounded my economice' --Paul Krugman: Las novelas Fundación de Asimov fueron la base de mi Economía'--.

Dice Krugman que hay ciertas novelas que influyen en la vida de los adolescentes, y cita como ejemplos 'La rebelión de Atlas' de Ayn Rand y 'El Señor de los Anillos' de Tolkien. No tiene palabras amables para ellos, del primero dice que el "mundo de fantasía poco realista que retrata puede deformar el carácter de un hombre para siempre". Dicho mundo no es otro que un país que se arruina hasta grados extremos por una creciente y constante regulación de todos los aspectos de la economía hasta los más mínimos detalles destruyendo cualquier rastro de libertad, algo que no explicado por el 'gurú' socialdemócrata. Del otro, se limita a decir que es "sobre orcos".

Frente a eso, utiliza la 'Fundación' para mostrarse a sí mismo como alguien que quiere ayudar a que el mundo sea mejor, al tiempo que critica a los seguidores de Rand:

Yo no crecí queriendo ser un individualista de mandíbula cuadrada o unirse a una misión heroica, crecí queriendo ser Hari Seldon, usando mi comprensión de las matemáticas de la conducta humana para salvar la civilización.

Y si el mundo retratado en 'La rebelión de Atlas' de parece poco real, no le ocurre lo mismo con el futurismo de un imperio intergaláctico, naves que conquistan planetas y la capacidad de predecir el futuro mediante una ciencia llamada 'psicohistoria' mostradas en 'Fundación'. Dice de esta obra que "no es ciencia ficción". Dice que detalles como los viajes interestelares son meros detalles secundarios de la obra.